Al cumplirse 34 años del triunfo de la Revolución Sandinista, comparto con Uds. una nota que publiqué en agosto de 1986, de regreso de Managua, donde estuve al conmemorarse el 7mo aniversario de esa Revolución:

Informe de viaje

CANCIÓN URGENTE PARA NICARAGUA *

Por Carlos Raimundi


La primera imagen de Nicaragua es la que, quienes habíamos leído algo sobre ella, vamos construyendo interiormente a medida que nos aproximamos. La primera expresión de la profunda sensibilidad que impregna toda la revolución son las miles de flores que pueblan el aeropuerto de Managua, anticipando lo que es el resto del país: un gran jardín. No sólo por ser una tierra sembrada, sino porque, como los jardines, simboliza una gran esperanza.


“Si todo es corazón y rienda suelta

Y en las casas hay luz de mediodía.

Si en una selva de armas juegan niños

Y cada calle le ganó la vida…”


No bien se emprende el camino, comienza a respirarse el aroma centroamericano. Miles de caminantes y vehículos llenan las calles. Camiones y colectivos viejos trasportan a las mujeres y hombres que trabajan. Enseguida aparecen los carteles, prolijamente enclavados a la vera del camino. No son del Frente Sandinista, sino de otros partidos, el Liberal Independiente, el Conservador, el Social Cristiano. Y también leyendas de la Constitución: “Constitución, ¿para qué? Para la dignidad humana. Para dar la tierra al que la trabaja. Para asegurar la libertad de cultos. Para lograr la amistad y la solidaridad con todos los pueblos del mundo.” “La tuberculosis tiene cura, ante el primer síntoma acudí al Centro de Salud, “Tomá tus medicinas” o “Al manejar, la irresponsabilidad puede convertirse en homicidio”, rezan otros letreros.

Todo el trayecto es un taller de enseñanza. Las pintadas en las paredes, las del calor popular, las que denotan en las últimas pinceladas que se está acabando la pintura, esas sí son del Frente Sandinista. “A siete años, seguimos al Frente por la Paz”, “Los jóvenes cumplimos con las normas productivas”, “Los niños nacen para ser felices”, “Los niños son el futuro”, “Los niños son los mimados de la revolución”, “Música, para poder trabajar”. Este es el estilo.


“…No estás en Asunción ni en Buenos Aires,

No te has equivocado de Aeropuerto,

No se llama Santiago el fin de etapa,

Su nombre es otro que Montevideo…”


La ondulante sensualidad de las caderas de las caribeñas es suplantada por el inquieto romanticismo de la valentía de la mujer nicaragüense. Trabaja a la par de los hombres, pero esta es una tierra donde también los hombres sueñan junto a las mujeres y los niños.

En el proceso de redacción constitucional se realizaron más de noventa cabildos abiertos, en los que el pueblo expresó libremente sus inquietudes.

La seguridad con que cada militante juvenil explica y defiende su revolución, no se percibe como producto de un aprendizaje machacón, sino como el resultado de muchos años de convicción sobre los beneficios de una transformación que se consolida día a día, minuto a minuto.

Pero no se silencian los errores. Si en pocos años se duplicó la población de Managua, es por error del gobierno sandinista. Si hay muchos más empleados que productores, es deficiencia del gobierno sandinista. Pero ya no se construye sobre Managua. Y casi mil familias se beneficiaron con la reforma agraria. El reconocimiento de los errores es más bien la comprobación de que se trata de una revolución humana, y por lo tanto, sincera.

Qué regocijo y qué estremecimiento sentí al contemplar miles de niños levantando sus brazos para despedir a los alfabetizadores que marchaban al campo para transformar a la nación en una gran escuela.


“…Viento de libertad fue tu piloto

y brújula de pueblo te dio el Norte,

cuántas manos tendidas esperándote,

cuántas mujeres, cuántos niños y hombres…”


El bloqueo económico es la otra cara de la agresión militar. Con él se intenta propagar el descontento del pueblo al no ver satisfechas sus demandas fundamentales. Pero la prédica por un mayor empeño en la producción garantiza los alimentos y la salud, admitiéndose todo tipo de reclamos populares. ¿Es que antes de la revolución estas demandas eran resueltas, siquiera reconocidas? Todos saben que el 40 % del presupuesto destinado a la defensa deteriora el ritmo productivo, y habrá que resignarse por algunos años a no llevar una vida ostentosa. La especulación y el desabastecimiento son duramente castigados.

La clausura de La Prensa no es una decisión despótica. Es consecuencia del instinto de conservación de un gobierno popular que necesita extirpar los instrumentos que más burdamente sirven a la desestabilización. Las catorce emisoras de radio de Managua, de las que más de la mitad están en manos privadas, eclesiásticas o partidarias, abonan el pluralismo del sistema.

Abundan los libros de cuentos y poesías. Los hay de todas las calidades, pero sin excepción trasmiten la fe revolucionaria, la unidad del pueblo, las metas de paz y justicia, la intimidad de los combatientes, el odio al invasor, el clamor de comprensión ante el mundo frente al cinismo de los prepotentes que desoyen las reglas del derecho de gentes.

Mientras la Corte Internacional de La Haya condena al gobierno de los EE.UU. a indemnizar a Nicaragua por el daño causado, su presidente obtiene de los representantes la aprobación para otorgar 110 millones de dólares a los contrarrevolucionarios. Una vez más se demuestra que las normas y los organismos internacionales sirven sólo a los fuertes. Una vez más detener la fuerza irracional exige la unidad de América Latina. La unidad y la solidaridad concreta, “pellizcable”, como ellos la llaman.

Si esta revolución no fuese verdadera, el pueblo no velaría en pie por defenderla, si no fuese verdadera no despertaría el terror de los tiranos. Pero se le teme a las medidas del gobierno, se le tiene terror a su ejemplo de moral.

Nicaragua no altera la seguridad de nadie. Son más bien otros los que afectan su seguridad. No más que el comandante poeta Tomás Borge, el único sobreviviente de la creación del Frente, fue víctima potencial de 380 atentados desde el triunfo de la revolución.


“…Al fin alzando juntos el futuro

Al fin transfigurados en sí mismos,

Mientras la larga noche de la infamia

Se pierte en el desprecio del olvido…”


El 17 de julio, dos días antes del aniversario del triunfo, el pueblo celebra en las calles el “Día de la Alegría”, en conmemoración de la fecha que huyó cobardemente el dictador.

Fuegos de artificio musicalizan el desfile de carrozas, se elige a la reina más bonita, la gente desborda de júbilo. Y en la primera fila están las madres de los mártires. No lloran. Sienten orgullo, pues la sangre de sus hijos abona la tierra liberada. “Democracia no es nada más que elecciones cada cuatro años. Dar alimento al pueblo es Democracia. Darle salud al pueblo, eso es Democracia. Dar vivienda al pueblo, eso es Democracia. Darle tierras a los campesinos para que la trabajen, eso es Democracia”, dice el Presidente Ortega en el aniversario de la Revolución. El mismo comandante Ortega que semanalmente se pone “de cara al pueblo” para responder a las demandas de los barrios.


“…La viste desde el aire, esta es Managua,

De pie entre ruinas, bella es sus baldíos,

Pobre como las armas combatientes,

Rica como la sangre de sus hijos…”


Muchachas y muchachos de todo el mundo, especialmente de América Latina, fueron llegando para sumarse al trabajo y hoy son ciudadanos nicaragüenses. Frente a semejante ejemplo de generosidad, me siento más orgulloso aún de haber abrazado una causa política para dar sentido a mi vida. Si no fuera así, me hubiera humillado de vergüenza ante estos hermanos.

La revolución tiene rostro. Se llama Pedro, Evelyn, Josefina, Alejandro, Donald, Augusto, Mireya, Fiorella. Ellos nos enseñan cómo se hace para estar orgullosos de ser nicaragüenses. Se codean con el frente de combate y tal vez dentro de un mes estén muertos. Así como las tumbas que vi son de hermanos que hace estaban vivos. Salvando las distancias, la vocación política es una de las formas más profundas de dar significado a nuestras vidas, si el cual muchas de nuestras actividades se tornarían vacías y superficiales.

Si es difícil confundir en un abrazo el fusil con la poesía, si es extraño que un uniforme militar inspire solidaridad y que la pobreza simbolice la esperanza, todo es posible en Nicaragua.

Qué gran recuerdo será el de los momentos compartidos con mis hermanos, los compañeros de la juventud de Nicaragua. Qué importante será recordar que al contemplarlos a pocos kilómetros de la frontera con algunos amigos argentinos de distintas ideas mayoritarias, sopesamos la pequeñez de nuestras rencillas, y de allí surgieron nuestras coincidencias primeras y premonitorias. Esta visita a Nicaragua hasta logró eso, que los jóvenes argentinos comprendamos que está en juego acariciar la grandeza de nuestra Nación y la felicidad del Pueblo.

Y como si todo lo vivido fuera poco, la noche en que partí de regreso miré al cielo claro del aeropuerto, y la luna estaba llena.


“…Ya ves, viajero, está su puerta abierta,

Todo el país en una misma casa.

No, no te equivocaste de aeropuerto

Entra nomás, estás en Nicaragua.”

Julio Cortázar



•             Revista “Generación 83”, nro. 24, agosto de 1986