Nota publicada en Tiempo Argentino el 7 de Enero de 2016. Por Carlos Raimundi.
La verdadera divisoria de aguas de la política argentina se expresa en el frente oligárquico y el del proyecto nacional.
Presente y futuro
Los resultados del balotaje dan cuenta, no sólo de la paridad entre dos instrumentos político-electorales, sino de la existencia de dos grandes bloques socio-culturales, de los cuales ninguno ha logrado una supremacía clara sobre el otro como para hablar de una hegemonía estable por un tiempo dilatado. Dos concepciones con sesgos bien distintivos respecto de temas fundamentales como la inserción internacional del país, el rol del Estado, la autonomía financiera, el desarrollo, la igualdad, la pobreza, la relación entre la política y la economía, el papel de los grandes conglomerados.
Esto sincera el panorama político: la toma de posición sobre temas tan fundamentales es lo que define hoy las ideologías. Pueden surgir coincidencias sobre temas derivados, como los derechos de las minorías, la discriminación o la trata de personas, pero son estos otros grandes temas los que determinan el modelo general de sociedad al que se aspira. Ya no con sede en los manuales clásicos ni en una metrópolis determinada, pero la pretensión de un mundo inclusivo e igualitario versus el desenfreno de la acumulación financiera está vigente. Y este eje atraviesa el mundo en general y cada uno de sus rincones, atraviesa a la región y a nuestro país.
Por ello, si en lugar de una diversidad de fórmulas y partidejos, la política argentina se encuadrara en torno de dos grandes frentes que representen estas grandes visiones, estaríamos ante una positiva situación de sinceramiento, que ya habían previsto distintos referentes de la política, como Torcuato Di Tella e incluso el propio Néstor Kirchner.
Por eso, más allá de las escaramuzas transitorias de las que debemos mantenernos deliberadamente prescindentes, nuestra militancia debe apuntar a alimentar, fortalecer y consolidar el bloque social y político más amplio posible como sostén de los valores de la inclusión y la igualdad. Ese es el verdadero litigio. Y trasciende, lo repetimos una vez más, a las estructuras partidarias formales que vienen distorsionando desde hace décadas la idea fuerza de un gran movimiento nacional, popular, democrático y latinoamericano. No es bueno para un sistema político que sus estructuras políticas formales no expresen la verdadera divisoria de aguas. Pareciera ser –y debemos esforzarnos para que así sea- que el balotaje nos aproxima a ese sinceramiento.
Es necesario reafirmar esto: la verdadera divisoria de aguas de la política argentina se expresa en el frente oligárquico y el frente del proyecto nacional y popular. Seguramente, el macrismo intentará fortalecer como oposición a diversas versiones del justicialismo encarnadas por el massismo, algunos gobernadores e intendentes críticos del FpV, estructuras sindicales, etc. Lo que buscará es que de ese modo, tanto oficialismo como ‘esa’ oposición estén juntas dentro de una especie de ‘partido del orden’, cuando, en realidad, la verdadera alternativa al macrismo en términos de modelo profundo de país es el espacio conducido por Cristina Fernández de Kirchner. Este es el frente político al que debemos cuidar y engrosar, de modo de volverlo a convertir en el bloque mayoritario político, social y cultural, para continuar y profundizar el ciclo iniciado en 2003. Contamos a favor con otros sectores y dirigentes políticos, sociales y sindicales que siempre estuvieron comprometidos con el PJ, pero que luego es estos intensos años vividos, se han abroquelado definitivamente con el kirchnerismo desde lo ideológico, pero también desde lo afectivo, desde su más profundo sentido de pertenencia.
Ahora bien, estas construcciones no son lineales sino complejas, están inmersas en un contexto mundial y regional, y experimentan períodos de flujos y reflujos. Además, la consolidación de un gran movimiento social, político y cultural de carácter inclusivo como sujeto verdadera y eficazmente transformador, no puede ir jamás en contra de las tradiciones políticas más arraigadas en el Pueblo. De aquí el papel fundamental a desempeñar por el peronismo en el caso argentino. Un peronismo no entendido como categoría partidaria-electoral –que es atinente a la estructura formal y territorial del PJ- sino como ese capital simbólico, esa memoria histórica fortalecida por las luchas de los trabajadores, los humildes, los excluidos, los estudiantes y todos los sectores medios que comprenden y se comprometen con la necesidad de una amalgama social entre sectores medios y populares. Y con una doble tarea: como escollo a la potencia del proyecto oligárquico, y como verdadero factor de transformación.
El kirchnerismo encarnó, durante sus doce años de gobierno, esa identidad política; por la que bregó John William Cooke, la que vincula la fuerza disruptiva de Eva Perón con el ideal universal de Ernesto Che Guevara; la que rescató de lo más profundo de la historia popular latinoamericana a los símbolos de sus luchas emancipadoras y puso sus rostros en las paredes de la mismísima Casa de Gobierno, en los mismos salones de los cuales no hacía mucho se habían adueñado los comandantes genocidas y los delegados del Fondo Monetario Internacional. Las miradas de Tupac Amaru, Juana Azurduy, José Martí, Emiliano Zapata o Salvador Allende, entre tantos otros, custodiaron –durante el kirchnerismo- los pasillos, oficinas, armarios, cajones y salas de reunión del Estado, que hasta no hacía mucho habían estado habitadas por quienes saquearon y entregaron los recursos y la dignidad de nuestro país. Es por este capital simbólico que el kirchnerismo no puede reducirse a ser un eslabón más en la cadena de gobiernos justicialistas que ha tenido nuestra historia, sino que lo trasciende y expresa una nueva identidad política en sí misma.
Si coincidimos en esto, no podríamos dudar de cuál es nuestro lugar en esta etapa histórica de la política argentina. Nuestro lugar es la mayor pertenencia posible al trípode conformado por los grandes lineamientos llevados a cabo por los tres mandatos de gobierno de Néstor y Cristina, por la conducción de esta última y por ese nuevo sujeto social, político y cultural conformado por los peronistas históricos más todas las expresiones que se fueron sumando al calor de los últimos doce años.
Entendida en estos términos, la política argentina transita por el final de un mandato de gobierno, pero a su vez, por el comienzo de un ciclo histórico que estamos decididos a construir y consolidar.
Brevísimo corolario post 9 y 10 de diciembre
Las plazas y los discursos presidenciales a los que asistimos el 9 y 10 de diciembre últimos dan cuenta de esos dos enormes dispositivos políticos, sociales y culturales que disputan la hegemonía en la Argentina.
Uno superado electoralmente por un margen ajustado, pero dotado de unidad de conducción y liderazgo, "affectio societatis", orgullo por los logros obtenidos, organización, capacidad y voluntad de movilización, apropiación de símbolos comunes, cuenta con herramientas lo suficientemente fuertes para dicha disputa, inéditas en el retiro de los anteriores gobiernos democráticos.
El otro campo tiene un liderazgo en ciernes, a construir, los favores del poder real, y sus contradicciones con algunas partes de su discurso. Con dificultad, Macri deberá demostrar coherencia entre sus párrafos que exhortan a la "pobreza cero", y los representantes de la concentración económica y financiera que abogan por la apertura de mercados y la liberación de precios, a nivel de los ministerios y secretarías de Estado con que él mismo los ha investido. Se trata de una construcción política que gozó de las mieles del poder durante la campaña electoral, pero que a la hora de encarar un gobierno duradero necesita mucho más que los bastidores de un decorado permanente, acompañado de caras sonrientes y de frases que expresan generalidades tan banales con las que difícilmente podríamos disentir. A poco de andar tendrá que ir afrontando no sencillas contradicciones. En definitiva, se inicia una nueva etapa de la batalla, y el kirchnerismo está muy bien pertrechado para afrontarla. «