Comparto con Uds. un artículo que escribí el 23 de febrero de 1982, y que volvió a mi memoria a partir de las Listas Negras recientemente desempolvadas. Sólo tengan en cuenta que fue escrito sin saber lo que semanas después ocurriría con Malvinas y todo lo que se desencadenó de ahí en adelante. Prueba de fidelidad con la época, verán cómo utilizo la palabra 'Hombre' para referirme a la persona en general, entre otros anacronismos...
"El Genocidio Cultural argentino", estuvo presente en los trasparentes de la Facultad de Derecho de La Plata, donde yo militaba, durante varias semanas, antes y después de la aventura de Malvinas.
Un fuerte abrazo, Carlos
"El Genocidio Cultural argentino”
Un territorio excepcionalmente dotado de riquezas humanas y naturales, que le permite ser en el mundo uno de los pocos países en el mundo capaces de autoabastecerse de energía y exportar alimentos a la vez. Un pueblo que no sabe de problemas raciales ni religiosos, con un componente de amplia clase media, que ha servido de colchón a los conflictos sociales y pudo acceder a través de un aceptable poder adquisitivo a cierto grado de desarrollo. Y una organización sindical fuerte que, no obstante sus dificultades y los errores cometidos, ha sabido defender los intereses de los trabajadores de los embates del poder económico multinacional, son básicamente algunos de los elementos que históricamente han permitido a la Argentina asumir una actitud de liderazgo en Latinoamérica contra el colonialismo que, desde siempre, pretendió instaurar la oligarquía. En medio del triste espectáculo ofrecido por nuestro continente, de países pequeños e incapaces de bastarse a sí mismos, la Argentina se levantaba otrora como una columna de oposición a tal sistema colonialista, firme en su intención de hallar su identidad nacional a través de una serie de valores propios, trabajosamente arraigados a lo largo de su historia, y a partir de ellos iniciar la segunda marcha libertadora del continente. La primera fue la de San Martín. Aquella logró la soberanía política. Esta a la cual nos referimos, anhela la liberación económica y cultural de la penetración imperialista. Y la Argentina apareció siempre como su más factible conductora.Sin embargo, las minorías excluyentes que nunca cejaron en su intento de frenar la liberación del pueblo argentino –y por lo tanto del pueblo americano-, han tomado finalmente las riendas del poder político de nuestro país, destruyéndolo todo.
Lo primero que hicieron fue separar a les Fuerzas Armadas, las de San Martín, las de Mosconi, las de Savio, de su pueblo. En lugar de seguir siendo el brazo armado encargado de defender a las mayorías en su marcha ascendente hacia la emancipación total, las Fuerzas se aliaron a aquellas minorías agresivas e inescrupulosas y pasaron a ser el brazo armado de este proyecto de país pequeño y segmentado, que nos toca sufrir.
Una vez logrado el respaldo militar subyugando a la cúpula traidora de nuestras Fuerzas Armadas con migajas de sus ganancias, se lanzaron a convertir al país en colonia. ¿Cómo lo hicieron? Atacando en sus bases aquellos elementos fundamentales del que hablé al principio, que nos habían constituido en líderes de América.
Destruyeron todo. Nuestra industria quedó desmantelada, porque bajo el pretexto de que debía competir para mejorar su eficiencia, la hicieron competir con productos que venían del exterior, algunos subvencionarlos, y otros, elaborados por trabajadores explotados en recónditas republiquetas, que regalaban su mano de obra en condiciones infrahumanas.
A los productores s agropecuarios les cercenaron de tal modo el acceso al crédito, los agobiaron tanto con impuesto s, y mantuvieron un tipo de cambio tan irreal, de modo que no pudieran exportar sus cosechas ni sus carnes, que destrozaron todas -absolutamente todas- nuestras economías regionales.
A medida que nuestro aparato productivo se iba paralizando, los trabajadores argentinos perdían sus fuentes de trabajo, y con ellas, la posibilidad de acceder a la vivienda, de educar a sus hijos y, finalmente, hasta de alimentarlos. Hay 1.500.00 desocupados y, por consiguiente, 6.000.000 de bocas que no se alimentan adecuadamente los 30 días de cada mes…
Esto se propuso la oligarquía por medio de un plan económico que rebasó todos los límites del cinismo tolerables.
Pero no bastaba con estas medidas. De algún modo había que acallar las voces de protesta. Y así, con el pretexto de “ganar la paz”, derrotando al terrorismo, se desbordaron todos los cauces éticos y legales de la represión, los argentinos fueron detenidos sin miramientos, se torturó y se asesinó a mansalva. Se censuró a la prensa libre y se sobornó a muchos periodistas cobardes. Se hicieron desaparecer las organizaciones gremiales de empresarios y se atomizó el poder sindical.
Frente a este país en ruinas nos encontramos. Y a pesar de todo, aún no hemos analizado lo principal, la infamia más grave: el genocidio cultural.
La regresión (¿regresión?) operada en el campo cultural de los argentinos es incalificable.
La represión física indiscriminada y la violación sistemática de cuanta garantía establezca nuestra Constitución, hicieron que en el pueblo cundiera rápidamente el miedo legítimo de levantar su voz de protesta.
La pauperización extrema de nuestros trabajadores y de gran parte de nuestra clase media, hizo que el hombre argentino se replegara sobre sí mismo y utilizara toda su capacidad realizadora en resolver el problema material tan gravemente lo aqueja. De este modo, a pesar de las elegantes prédicas oficiales en contrario, se ha creado un estado de cosas que conduce al hombre argentino -inexorablemente- a sobredimensionar el individualismo y el materialismo, en desmedro de la sociedad solidaria y fortalecida en sus valores espirituales, que necesitamos.
La reducción vertiginosa de la porción presupuestaria destinada al área de educación, hasta llevarla a límites tan bajos como nunca lo había hecho otro gobierno, demuestran a las claras cuál es la intención de educar al pueblo que tiene la oligarquía. Es lógico, a los hombres maduros y a los jóvenes adultos, hoy, se los acalla reprimiéndolos. Pero si desde ahora nos dedicamos a idiotizar a nuestros niños con frivolidades y a recortar al mínimo sus posibilidades de acceder a la cultura, mañana ya no hará falta la represión física para mantener en silencio sus voces de protesta, porque habrán crecido en un régimen de censura, de aceptación impuesta a todas las pautas del régimen y de ausencia absoluta de toda posibilidad de cuestionamiento. En suma, se habrán formado en un régimen de incruenta pero apocalíptica represión intelectual…
Así va preparando la oligarquía a los habitantes de la colonia en que está empeñada a convertirnos.
Así nuestros niños no pueden no pueden asistir a la Escuela Pública en las condiciones deseadas. En algunos casos, porque debido al monstruoso recorte presupuestario, esta no les ofrece esas condiciones deseadas. Y en otros muchos, porque poco a poco tienen que ir dejándola para salir a trabajar.
Por su parte, mientras el mundo civilizado proclama que la obligatoriedad de la educación secundaria es ya una necesidad, los argentinos tenemos que reconocer, entristecidos, que en muchos sitios del país, la educación secundaria es hoy un privilegio.
Y a los que concurren a ella, se les coarta desde las aulas toda posibilidad de pensar en la realización de un país mejor, a través de planes de estudio de orientación tecnocrática, que ponen el acento solo en una suma de conocimientos abstractos.
Así se van deformando nuestros adolescentes: sobrecargados de datos cientificistas; “descerebrados” en lo moral…
Abarrotada de informaciones superficiales y de propaganda frívola, sigue creciendo la juventud argentina. Aturdida por la instigación permanente al consumo de artículos y cultura importados. Música importada, autos importados, moto s importadas, juegos importados, ropa importada: en medio de todo se va alienando le juventud argentina, mientras se aleja de sí misma y de toda posibilidad de hallar su identidad nacional y americana.
Es el gobierno de aquellas minorías el que abrió indiscriminadamente las puertas del país a todo este alud de artículos suntuarios extranjeros, desmantelando la industria nacional.
Es el gobierno de aquellas minorías el que convirtió nuestras ciudades en suntuosas “Fenicia" del siglo XX, donde los mercaderes de esas chefalonías y los que especularon con el dinero se llenaron de riqueza de la noche a la mañana, mientras el pueblo se empobrecía.
Es el propio gobierno de aquellas minorías el que el que con estas medidas comprometió gravemente nuestra soberanía económica y cultural.
Y mientras las Fuerzas Armadas, como títeres de la oligarquía ocupando el gobierno, por un lado comprometían nuestra soberanía económica y cultural, por otro lado arengaban a nuestros jóvenes a ir a la guerra contra otros jóvenes americanos para pagar las culpas de las más altas esferas diplomáticas, bajo el pretexto de la defensa de la soberanía territorial…
Así, en medio de toda esta confusión generalizada, algunos jóvenes consiguen llegar a la Universidad Argentina, desmantelada edilicia, técnica y humanamente por los recortes inadmisibles del presupuesto.
El Estado argentino siempre garantizó la gratuidad de la enseñanza universitaria. Pero en este momento, como una barrera más en contra de la educación de su pueblo, transfiere su responsabilidad consustancial a los propios estudiantes, quienes, además de la arbitraria restricción de los ingresos, de la imposición de horarios que hacen imposible estudiar y trabajar a la vez, y de los incalculables gastos de transporte, hospedaje, comida y libros, tienen que pagar un arancel que aumenta cada ano.
El ficticio argumento del gobierno, es que con lo recaudado por los aranceles se otorgarán becas a los más necesitados y se reequiparán las Facultades. El argumento real es que ha transferido al pueblo la responsabilidad que siempre tuvo el Estado. Y lo más grave del caso, es que el dinero que le han sacado a la educación, lo han usado para perfeccionar al máximo su aparato represivo con los elementos más sofisticados, y para armar sus ejércitos para luchar contra Chile.
Cuando un gobierno le quita dinero a la educación de su pueblo para destinarlo a la compra de pertrechos militares, está claro cuál es el modelo de país que pretende.
En su faceta formativa, la Universidad actual nos muestra que se ha prohibido el tratamiento de los grandes temas nacionales junto con la libre discusión de las ideas. No hay libertad de cátedra, ni de consciencias. La Universidad abandonó crítica, dinámica y orientadora. Ya no es la casa del estudiante de donde deben salir las grandes Ideas. Hoy es tan solo la casa pobre de donde salen los grandes Silencios.
De este modo seguimos transitando los caminos de esta Argentina segmentada, que, de seguir así, será gobernada en un futuro no muy lejano por una elite intelectual proveniente, por un lado, de la clase económicamente más pudiente, la única capaz de pagar sus estudios y, por otro lado, de las al tan esferas de formación castrense, porque a los mejores promedios de los liceos navales y militares, no se les restringe el ingreso como al pueblo. En síntesis, una élite de intelectuales salidos de la oligarquía, gobernando a su placer a un pueblo silenciado, marginado y empobrecido, clásico modelo de la estructura social de las colonias.
No dejemos, pues, que el genocidio cultural argentino planificado minuciosamente por la oligarquía, llegue a su punto culminante, que es la subversión moral.
Porque cuando le propongamos a la juventud la realidad de la Democracia como solución de nuestros males; cuando se le plantee la realidad de la Justicia Social; cuando le digamos que pro curamos arribar a la realidad de una convivencia organizada sobre la base del respeto por los derechos y libertades de Hombre, la juventud puede llegar a sonreír irónicamente diciendo que esas no son realidades, sino utopías.
Es decir, cuando la convicción de que existe una mejor, deja de ser una realidad, habremos arribado al punto culminante de la subversión moral…
Cuando nuestra juventud ya no se dé cuenta de que cada bala que se arroje contra un hermano americano va a retrasar en muchos años la integración del continente, habremos arribado al punto culminante de la subversión moral…
Antes de que ello ocurra, salgamos a reconstruir al Hombre Argentino. Y cuando se trata de reconstruir al Hombre Argentino, ya no es tarea de sectores. Cuando se trata de reconstruir al Hombre Argentino hay que dejar atrás los aspectos más sofisticados de cada ideología, para elaborar una estrategia común que sea capaz de salvar la identidad del pueblo del derrumbe total, teniendo en claro cuál es nuestro enemigo, con plena convicción de los principios de libertad y justicia, con plena conciencia del esfuerzo que ha de requerirnos, y con mucha, muchísima fe.
Y los argentinos volveremos a ser los líderes de América Latina, no como personeros de un nuevo imperialismo, sino como responsables de la liberación de sus pueblos, y no tendremos más recompensa que la profunda satisfacción interior de haber servido a la Humanidad.-