Muchas gracias a Daniel Filmus y a Agustín Rossi. Los diputados teníamos previsto llevar a cabo un acto similar de reparación, pero hubiese sido un error reiterarlo con un día de diferencia. Por eso, ni bien hablé con Daniel Filmus para unir las dos actividades, encontré la mejor disposición. No es frecuente tamaña apertura. De la misma manera, debo agradecer a la Diputada Mónica Gutiérrez, Presidenta de la Comisión de Libertad de Expresión, por su trabajo, y al Presidente de mi Cámara, Julián Domínguez, que cedió generosamente su espacio para este acto.

En pocas palabras y con intención de no reiterar. No estamos solamente ante un acto de maldad absoluta, que desde luego lo es. También lo explica una racionalidad.

Estamos ante una etapa del mundo –mediados de los setenta- en la cual la Humanidad acumuló tanta riqueza como la que se había producido desde los orígenes de la Cultura hasta esos momentos. Esto, bajo la figura del Estado de Bienestar, y de un modelo industrial que, por una parte, había generado una multiplicación exponencial del capital financiero trasnacional. Y, al mismo tiempo, había dado lugar a una multiplicidad de movimientos sociales en pos de la igualdad, presentes, con diversas características, en todos los rincones del planeta. Los movimientos contra el racismo de los EE.UU., los movimientos pacifistas ante la guerra de Vietnam, los procesos emancipatorios de Asia y África, y los movimientos políticos, sociales y religiosos en América Latina.

Según quién resultara airoso de esa disputa se configuraría el esquema de poder mundial a partir de ese momento. Y, finalmente, triunfó el capital, para remplazar al modelo industrial, demandante de trabajo humano, por un capitalismo financiero despiadado, y una economía de servicios más dependiente de la tecnología que de mano de obra, es decir, excluyente. Y América Latina tenía que desempeñar un papel fundamental, aportando el endeudamiento y la entrega del patrimonio de nuestros países, para financiar ese salto tecnológico del Norte, que, impactado por la crisis del petróleo, debía asegurar su crecimiento a través de la utilización de un porcentaje cada vez menor de hidrocarburos.

Ese modelo perverso no hubiera podido aplicarse si subsistían la política y el pensamiento. Entonces, el exterminio de los militantes políticos y la censura de quienes estimulaban el pensamiento, en sus distintas modalidades, eran fundamentales para garantizar la aplicación de ese plan integral de vaciamiento.

Digo esto, porque si no se lo explica desde una cierta racionalidad -y no solo desde su perversidad- no se podría una racionalidad que lo remplace. No sólo como reparación a las víctimas, sino para que nuestros pueblos no lo vuelvan a sufrir.

Por último, el hecho de que fuera un jefe militar quien entregara esos archivos encontrados al señor Ministro, mientras que en otro momento los hubiera ocultado, destruido o incinerado, habla a las claras de un gran cambio cultural. Un cambio cultural que podemos celebrar en estos treinta años de continuidad institucional.

Muchas gracias.