Señor presidente: voy a ser lo más breve posible para ceder el tiempo restante al presidente de mi bloque.
Voy a plantear dos cuestiones que a título personal me han sorprendido mucho y que uno va tratando de hilvanar para encontrar un hilo de comprensión.
Hace una semana, cuando buena parte de los argentinos se aprestaban a viajar y otros se quedaban en su casa para pasar Semana Santa, si alguno de nosotros hubiese dicho que la continuación del cuarto intermedio de la semana previa iba a tener este contexto, nadie lo hubiera creído.
Entonces, cabe preguntarse qué pasó que en una semana se desencadenaron los hechos de la manera en que se produjeron. Desde luego que existen intereses detrás del paro del campo. También es cierto que esos intereses se montan sobre un estado de crispación de la sociedad que no se genera solamente por un decreto de retenciones.
Quien crea que el origen, la fuente y el factótum de este proceso tiene que ver solamente con el decreto de retenciones, está cometiendo un error garrafal de lectura política, que termina derivando en la situación de conflicto –absolutamente evitable- que vivimos por estos días.
Ese estado de crispación tiene que ver con cosas más profundas. Existe una especie de clima de destrato con toda una gestualidad de intemperancia y de intolerancia. Existe una lógica de amigo-enemigo, que es lo que está gobernando esta etapa del proceso argentino, que no sólo está alimentada desde el gobierno.
Desde luego que cuando desde el Poder Ejecutivo elabora un proyecto en este clima diciendo que defiende todas las políticas implementadas desde el 25 de mayo de 2003, lo que nos dice como metamensaje es: “Nunca me equivoqué.”
Si del otro lado le contestan que van a hacer todo lo posible, sin reparar en ningún límite, para derrotar al gobierno, se está alimentando complementariamente esa lógica de amigo-enemigo que vuelve a poner de manifiesto el clima de polarización no propio de la Argentina del bicentenario, al que se hizo mención en el discurso inicial, sino a la Argentina de hace décadas.
¿Cómo se sale? Se puede salir de dos maneras. Recurriendo a la función pedagógica del liderazgo político o a una fuerza de choque.
¿Qué significa recurrir a la función pedagógica de la política? No significa manipular indicadores inflacionarios, sino que si existe un productor que lamentablemente está al lado de un gran terrateniente –ese es el otro error de administración política de este conflicto- es una situación a tener en cuenta. Si un productor nos dice que cobra dos pesos por kilo de ganado, pero que en la góndola cuesta veinte, la función docente consiste en decirle a toda la sociedad dónde está la ganancia que va entre los dos y los veinte pesos.
Hay costos del sistema agropecuario que aumentan en dólares, pero otros retroceden en pesos, como acontece con los sueldos de los peones. Cuando un campesino nos dice que le pagan 1,50 la hora, debemos ejercer esa función pedagógica de la política para explicarle las cosas. Lo que ocurre es que a veces no se puede implementar, porque en lugar de subsidiar al tambero se subsidia a la empresa que procesa, que es la que tiene el mayor margen de ganancia y no necesita de subsidios.
Por eso fuimos muy cuidadosos al decir en nuestro proyecto que de ninguna manera apoyamos que se supriman las retenciones, porque constituyen un buen instrumento de política distributiva. Lo que no constituye un buen instrumento para ese fin es sacarle dinero a una persona que recibe beneficios extraordinarios de la actividad rural para dárselos a otra que percibe beneficios extraordinarios de la concesión de la obra pública. En ese caso se renunciaría al papel pedagógico de la autoridad y habría que defender el proceso con una fuerza de choque. Esto implicaría volver a una polarización conservadora de la política nacional que obliga al pueblo a optar entre sectores relacionados con la oligarquía rural, con la oligarquía vinculada con las concesiones petroleras o con las fuerzas de choque relacionadas con el sindicalismo del pasado, en lugar de mirar hacia el futuro.
La segunda cuestión inédita en la Argentina es que no asistimos a un conflicto político originado en una crisis económica. Lo que ocurre es todo lo contrario: los indicadores económicos no tienen precedentes en la Argentina desde hace muchas décadas. Por lo tanto, nos encontramos ante una crisis política que es estrictamente de administración del crecimiento. Este no es un conflicto producto de que los indicadores económicos estén en baja, que obliguen a implementar políticas de ajuste feroz –como ocurrió en crisis anteriores-; creo que hemos llegado a un nivel de conflictividad política evitable, ello por el mal manejo en el reparto de los excedentes originados en esos indicadores económicos que están en alza.
Entonces, de esta situación no se sale diciendo “no me equivoqué nunca y por eso defiendo a rajatabla todas las políticas”, ni hablando de la paz con el lenguaje de la violencia, utilizando palabras como “incendio”, “provocación”, “mentira” o “peligro”. Este cinismo tampoco lo aceptamos.
Por eso presentamos un proyecto distinto. Aclaro que razones de manejo del tiempo parlamentario nos impidieron asociarnos con otros bloques, pero estamos más cerca de los sectores de la oposición que en la jornada de ayer pidieron cordura.
Finalizo diciendo que de esto podemos salir yendo hacia atrás, reeditando la falsa polarización entre Recoleta y los descamisados, o yendo hacia delante, con un buen liderazgo político que no se circunscriba a la mera acumulación de poder.
Reitero que el problema no tiene su origen en las retenciones; es producto de una concepción del poder que se basa en que se es más fuerte en la medida en que se acumula poder, aunque se pierda encanto ante la sociedad. Creo que hay que construir una sociedad administrando la autoridad –éste es el desafío y por eso llamamos a la cordura y al diálogo-, para hacer de la prosperidad una política de Estado y no una fuerza de choque. (Aplausos)