INTERVENCIÓN DE CARLOS RAIMUNDI EN EL PANEL SOBRE LA LEY DE MEDIOS REALIZADO EN SEDE DEL MOVIMIENTO EVITA DE LA PLATA, EL 4 DE SEPTIEMBRE DE 2013. LOS OTROS PANELISTAS FUERON GUSTAVO DI MARZIO, GUILLERMO GUERÍN Y FLORENCIA SAINTOUT

Bueno, es muy difícil encontrar lagunas en las exposiciones de Guillermo Guerín y de Florencia Saintout. Así que haré sólo alguna enumeración de temas para reforzar argumentos y continuar esta batalla.

Es la batalla central. Lo que marca a fuego esta etapa en términos de nivel de profundidad del proceso democrático es la centralidad de los ejes del debate. Hoy, más que nunca, la sociedad argentina, en el marco de una realidad histórica mundial y regional, ha ido en su cuestionamiento, al centro del debate. Vamos a cumplir 30 años de continuidad institucional, de gobiernos elegidos por el voto. Nunca hablo de 30 años de democracia, porque durante los primeros 20 años lo que cumplimos fue la fase procesal de la democracia. No es poca cosa, porque en 1983 hubo un corte histórico que terminó con el aparato del Estado puesto a disposición de la política represiva. Eso no es poca cosa, aunque aún hoy persistan algunos nichos represores en el Estado. Pero el Estado como dispositivo integral de política, tiene otros propósitos.

Ese corte histórico no fue menor, pero si analizamos algunas variables fundamentales en términos de la estructura social argentina, como la deuda, la pobreza, la desocupación, vemos cómo, aun cumpliéndose la fase procesal de la democracia, hubo un declive muy fuerte de lo social. Durante esos primeros veinte años tuvimos disputas y escaramuzas al interior del poder: un país con gobiernos elegidos por el voto, pero gobernado por el Poder. Por el poder real por el poder fáctico, no por el poder político. Su habilidad era, o bien instalar en los gobiernos a dirigentes políticos entregados, que forman parte de esa estructura de poder, como Menem y De la Rúa, o doblarles el brazo a dirigentes que intentaran resistir, como Alfonsín. Doblegarlos absolutamente, y que se dilapidara el capital de expectativa y legitimidad que había generado inicialmente aquel año 1983. En uno u otro caso, la política verbalizaba el proyecto, pero el proyecto estaba diseñado desde afuera de la política. Con lo cual se cumplía un doble objetivo: el primero era manejar la política, y el segundo, cuando cundía la frustración, como el que iba al frente era el dirigente político, lo que odiaba la gente era a la política, no al poder.

Es a partir de 2003 cuando se explicita el gran corte histórico. Además de todos los listados de derechos, de medidas en favor del pueblo, lo que se explicita es esa disputa central, no ya de escaramuzas al interior del poder, sino la disputa ‘por el poder’. Esto es lo que marca la profundidad de este proceso democrático, el hecho de que hay un debate central. Ya no estamos discutiendo en la periferia del proceso político, estamos discutiendo lo central: quién manda en las decisiones, quién toma las decisiones.

Y la ley de medios es tal vez la más emblemática. La batalla por la resolución 125 puso en discusión negocios. Hubo un sujeto que fue la Mesa de Enlace y se puso en evidencia la presencia del gran propalador mediático. Cuando uno veía gente humilde que no tenía nada que ver con la oligarquía financiera terrateniente del país, y ponía un cartel adelante del kiosquito o en la fotocopiadora, que decía “todos somos el campo”, ahí hubo una victoria muy fuerte de ellos en la batalla cultural. Pero luego, con políticas públicas, con mucha inteligencia, con recuperación de agenda política, no solamente se pudo diluir ese proceso, sino que hasta se desarticuló aquel sujeto. El sujeto ‘Mesa de Enlace’, que parecía ser la expresión no solamente del poder terrateniente sino también de una parte importante de la sociedad que no tenía nada que ver con él, pero que había asumido como propio ese discurso, quedó desarticulado.

La Ley de Medios, no solo ofrece un texto extraordinario, sino que crea un contexto sin igual, porque ataca al mismo tiempo que a los negocios –no olvidemos que el prolegómeno de la Ley fue Fútbol para Todos, uno de los factores de facturación más importantes del Grupo Clarín, y su modo más directo de entrar al comedor diario de las casas de familia a través de la pasión. Decía, la Ley de Medios no sólo atacó los negocios, sino que puso en tensión la formación del sentido. Por eso creo que es la ley que más pone en evidencia la centralidad de la disputa por el poder.

Una segunda cuestión es el alcance regional de este proceso. Hoy, el principal factor destituyente, de desgaste de los procesos populares en América latina lo constituyen los mismos factores de poder de siempre, pero expresados a través de las grandes cadenas de comunicación hegemónica. Además, actúan con un manual de temas: inseguridad ciudadana, corrupción, desabastecimiento.

En este sentido, creo que nosotros enfrentamos un problema. Si, como dijera la propia Presidente, ellos son Goliat y nosotros David, no podemos ignorar el poder de Goliat para imponer su agenda. Una lectura política inteligente implica distinguir hasta dónde no debemos contestar a los puntos de agenda que los medios concentrados intentan fijar, y desde dónde sí debemos hacerlo porque ellos consiguieron perforar el umbral de penetración social. Los aumentos de precios y el miedo a la inseguridad no son meras sensaciones. Una cosa es que debamos abordarlos desde una lógica diametralmente distinta a la de ellos, pero otra cosa –inconveniente a mi juicio- es hacer de cuenta que no existen. No podemos no tener respuesta, la heterodoxa, la nuestra, a estos problemas.

Ellos han demostrado, además, su capacidad para crear climas de malestar. Podría dar cien ejemplos, porque a todos y a todas nos pasa con familiares, amigos y vecinos, con quienes compartimos aspectos generales de la vida, pero se dejan influir por el clima de malestar a la hora de fijar su posición política, sin tener en cuenta ni siquiera su propia realidad. En general, a todos ellos y ellas les va bien en lo económico, han mejorado mucho, y, sin embargo, critican esas mismas políticas de gobierno que les han permitido mejorar. Entonces, la disputa principal con esos sectores no es por lo económico, sino por el clima social y político.

Otra de sus estrategias es, una vez que ven que no pueden seguir cooptando o colonizando al Estado para sus intereses, invisibilizarlo y estigmatizarlo. Fue lo que hizo el grupo multimedia local con la presencia del Estado Nacional durante las inundaciones. Y desvalorizar la solidaridad como valor de la política, porque su negocio es asociar a ésta con el individualismo.

Otro factor que se invisibilizó fue a una generación de jóvenes del ejército trabajando codo a codo con la sociedad civil y con la militancia política. Mostrarlo, hubiera implicado reconocer que el reencuentro no fue logrado en base a las concesiones que siempre reclamaron y siguen reclamando, sino en base a la comprensión de la Verdad histórica y de la Justicia.

En otro tema que lograron apropiarse de la agenda es en la corrupción. Yo creo que toda falta de trasparencia debe ser afrontada. Pero no es eso lo que marca la impronta histórica de este proceso, sino que lo son los miles de millones de dólares en juego en materia de rechazo al ALCA, fin del endeudamiento, recuperación de fondos previsionales, resistencia a la devaluación o dignidad frente a los fondos buitre. De esta centralidad es de la que no quieren discutir, aunque sea lo que enmarca más significativamente este proceso. Y se desviven por poner en el centro, por hacer que se debata cotidianamente sobre otros temas que desvalorizan lo central.

A diferencia de la última elección presidencial, el enemigo está más fuerte en cuanto a quién fija la agenda central del país. Y la hegemonía política y electoral, en general, la tiene el que fija la agenda. Aquí hay otra batalla fundamental: recuperar la capacidad de fijar agenda, que fue lo que sucedió luego de la elección de medio término de 2009. Y es lo que está pendiente de aquí al 27 de octubre, y luego, hacia 2015. Y se trata de una etapa que nos tiene que encontrar muy cuerpo a cuerpo.

Conversando con algunos intendentes y legisladores, notamos que, de alguna manera, descansamos en el hecho de que Cristina y los principales candidatos se pondrían al hombro la campaña, y con eso podíamos estar tranquilos. Y no alcanzó. Entre otras razones, porque venimos de un año 2012 con un marco de crisis internacional, que impuso la necesidad de tomar algunas medidas restrictivas en lo económico, de tal modo que pudiéramos preservar los niveles de empleo en base al mercado interno. Hubo políticas de mucho estímulo fiscal, mucha política pública, para compensar el declive de la economía mundial, pero para eso hubo que contraer cierta expansión económica a la que estaban habituados los factores de poder, para concentrarla en el consumo popular, y eso trae puja distributiva, disputa de parte de ellos para mantener su tasa de ganancia histórica, y si ven que el Estado interviene se toman revancha con él. En cualquier nivel económico, si nuestro socio comercial decae económicamente, por mejores políticas que hagamos, el efecto se va a sentir. Y eso fue parte de lo que nos pasó. Si el mundo entra en crisis, el mundo compra menos, y si compra menos, tenemos dos alternativas: enfriar la economía, generando desocupación, recesión, ajuste, que es el proyecto de la oposición, de Massa; o levantar el mercado interno para compensar la caída del mercado internacional.

Así fue que en 2012 cayó ocho puntos el crecimiento de la economía, y sin embargo no decayó el empleo. Y eso se debe exclusivamente a las políticas públicas que privilegiaron un modelo de sociedad fundado en el empleo, en el trabajo. Otro dato: en 2011se fugaron del país 22.000 millones de dólares, y en 2012 esa cifra cayó a menos de 4.000 millones. Esos 18.000 millones de dólares que el país ahorró constituyen parte de la ganancia en dólares de los grupos más poderosos. Se prefirió ajustar a esos grupos y no al consumo popular. Y eso el poder no lo perdona.

Jamás podríamos pensar que el poder iba a quedarse quieto frente a esto, frente al ajuste sobre el dinero que históricamente giraron al exterior. Por lo tanto, si creemos que este es el diagnóstico correcto, no podemos no tener la estrategia para contrarrestar la ofensiva del poder.

Y es en este punto donde se me ocurre conectar con algo que decía Guerín, que es complementar las políticas públicas con la construcción social. Se me ocurre, por ejemplo, tomar como referencia una iniciativa del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela que se llama ‘el gobierno en la calle’, similar a lo que el gobierno sandinista de Daniel Ortega en los ochenta llamaba ‘de cara al pueblo’. El presidente y su gabinete se instalan en un barrio cualquiera del país, reciben las demandas populares de manera directa, sin intermediación, y se comprometen a encauzar su resolución. Esto acercaría notablemente la agenda gubernamental con la agenda cotidiana. Robustecería la sinergia pueblo-gobierno, y cambiaría el clima. Que hable mal de Cristina la oligarquía, es comprensible, pero si eso se traslada a los sectores humildes, es que estamos a la defensiva con referencia a la construcción de hegemonía. El propio PT y la CUT de Brasil, se involucraron de inmediato en las movilizaciones del mes de julio, para canalizar parte de esa demanda social.

Estas son, creo, parte de las asignaturas pendientes. Desnudar ante nuestros compatriotas la paradoja de un candidato que sacó más votos que nosotros en las primarias apelando al futuro, cuando su proyecto es el regreso al pasado. Mientras nosotros hablamos más de la década que pasó, cuando, en realidad, la única manera de entrar a un futuro digno es apoyarse sobre todo lo que se conquistó durante ella. A esa paradoja hay que darla vuelta.

A diferencia de la revolución cubana, nuestro proceso se tiene que legitimar en las urnas cada dos años, y para ello tenemos que construir mayoría electoral. Si tenemos en cuenta que de un lado existe un núcleo kirchnerista duro, y del otro un núcleo antikirchnerista duro, inamovible, tenemos que darnos políticas que no sólo reafirmen la pertenencia de los propios, sino seduzcan a esa franja social oscilante que se desliza de elección en elección. Como dice un periodista amigo, el kirchnerismo es una minoría que supo muy bien cómo construir mayorías. Me refiero a una minoría en cuanto a coraje, a línea ideológica, que está muy por delante de las estructuras políticas del país, aún de las más populares, a diferencia de lo que sucede en Brasil o en Uruguay.

Por eso, mientras escuchaba a Florencia hablar de la creatividad, pensaba que la creatividad es hija de la ilusión, debe alimentarse de la ilusión. No sólo de la valoración de la década que pasó, sino de nuevos sueños y utopías. Para una persona desocupada, conseguir un trabajo en negro fue, en un momento, tocar el cielo con las manos. Pero ahora es algo insuficiente, porque se lucha por la formalidad. Si bien persisten algunos nichos que deben ser incluidos -y por lo tanto la agenda de inclusión tiene que estar presente- tenemos que construir una agenda de pos-inclusión. La felicidad que tuvimos con la nueva Corte de justicia es una muestra de cómo algunas conquistas se tornan insuficientes y aparecen demandas nuevas.

Finalmente, de aquí al 27 de octubre tenemos que poner a cada vecino, a cada estudiante, a cada trabajador frente a su propio espejo. Decirle con énfasis, con garra, cuántos derechos perdería esa persona si ganara un proyecto diferente de este proyecto histórico. Este proyecto que generó esa centralidad en el debate democrático, que es discutir por el poder. Nuestro desafío como militantes es cambiar el clima, vincular esa disputa de poder que así planteada aparece abstracta, con los derechos concretos y cotidianos. Con todos los derechos que se han adquirido, quien no tenía documento ahora lo tiene, las trabajadoras y trabajadores de casas particulares ahora tienen derechos, cada uno figura en su documento con el sexo con que se identifica, o las paritarias para los trabajadores. En fin, con esa plataforma imprescindible para seguir ganando derechos en el futuro. Muchas gracias.-